
Víctima de un paro cardíaco y a los 52 años, murió en Arrecifes, lugar donde había elegido radicarse, Hugo Romeo Guerra. Dueño de una potencia increíble y un olfato goleador inclaudicable, se convirtió en un ídolo de los hinchas en la década del 90 cuando sembró las canchas argentinas con goles de toda factura.
Llegó al Lobo en 1991 de la mano de Gregorio Pérez y rápidamente impactó por su convicción para luchar en el área rival, su determinación para pelear cada pelota y su potencia goleadora.
De inmediato empezaron a llegar sus goles y de su mano se logró la primera clasificación a la Liguilla Pre Libertadores y la consecuente clasificación a la primera copa internacional en la vida de Gimnasia, la Conbemol 1992.
Sus grandes actuaciones lo convirtieron en un delantero temible y fue uno de los héroes del título en la Copa Centenario, donde quedará grabado para siempre su cabezazo en la final ante River Plate para el 1 a 0 que abrió el camino a la gloria con el 3-1 final consolidado con los goles posteriores de Pablo Fernández y Guillermo Barros Schelotto, con quien compuso una dupla notable por esos años.
Sus goles lo llevaron al fútbol mexicano, donde jugó durante una temporada, para luego recalar en Huracán, Ferro y Brown de Arrecifes, con u paso de un año por Boca donde se inmortalizó con el “gol de nuca” en un superclásico jugado en la Bombonera para un festejado 3-2 ante el River de Ramón Díaz.
Sin embargo, más allá de los flashes de ese gol, el “Camello” Guerra quedará en la historia del fútbol argentino como aquel flaco que llegó en silencio y con la camiseta blanca de la franja azul en el pecho hizo goles en todas las instancias y fundamentalmente, en las más importantes.
En la madrugada de este viernes 11 de mayo, su corazón dijo basta. Ya lo había gastado en las canchas donde siempre se entregó con todo lo que tenía-“
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